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Cada cosa que decía me llegaba. Siempre me sacaba una sonrisa. Y no porque quisiera, eso era lo más gracioso. Luchar contra algo así se me antojaba complicado, ¿cómo te puede dejar de hacer gracia algo que tiene la propiedad de hacértela invariablemente? Y, si el efecto se produce durante toda la existencia, los cambios en el objeto afectado serán enormes. ¡Acabaré siendo otra persona! Concluí.
Estar en manos de alguien puede ser agradable y escalofriante a la vez. En un momento te sientes allí y, al momento siguiente, Aquí, el lugar que más frecuento, por cierto, y donde me gusta jugar a buscar canciones con melodías extrañas, en do menor -si puede ser- y con un solo que pueda transformarte de una sola vez… una, dos ¡y tres!
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